Crónica de la Soberbia de los Hombres del Mediodía
(Según los Anales del Ojo)
Capítulo I: La Transgresión Primera
-
En los días antiguos, en las tierras del Mediodía, los hombres se llenaron de soberbia y dijeron:
“He aquí que la Naturaleza es un yugo, y nosotros la quebrantaremos. Conoceremos tanto el bien como el mal, y la vida no nos será vedada.” -
Alzaron sus manos al cielo y clamaron:
“¿Por qué hemos de morir? ¿Por qué nuestro entendimiento ha de tener límite?”
Y se aplicaron a torcer las Leyes de la Naturaleza que el Orden había decretado. -
Alargaron sus días más allá de toda medida, y aguzaron su intelecto como se afila una espada.
Mas la medida de su orgullo fue también la de su perdición. -
Porque a medida que sus frentes se ensanchaban, sus cuerpos se empequeñecían y se tornaban abotargados.
Y así nació la estirpe de los Medianos, monstruos de gran saber y estatura menguada.
Capítulo II: La Forja de los Siervos
-
Y vieron los Medianos que su fuerza era poca, y temieron a los pueblos que los rodeaban.
-
Dijeron, pues:
“Forjaremos un escudo y una espada que obedezcan nuestra voz.” -
Y tomaron la esencia del lobo por su fiereza, y la del perro por su servidumbre,
y las mezclaron en el crisol de su arte prohibido. -
Así nacieron los Orcos, raza criada para la guerra,
que no conocía otro oficio que el combate,
ni otro gozo que el fragor de la batalla,
ni otro propósito que morir por la mano que los forjó.
Capítulo III: El Engendro del Horror
-
Mas la soberbia de los Medianos no conocía límite, y se dijeron:
“He aquí, hemos vencido la muerte del espíritu y forjado la fuerza bruta.
Alcancemos ahora la perfección del cuerpo y la mente en una sola criatura.” -
Y en sus cámaras secretas forjaron la estirpe de los Ogros,
gigantes en estatura y en saber. -
Crecían con la rapidez de la hierba mala,
y a los diez años ya eran fuertes guerreros.
Continuaban creciendo en inteligencia y en talla hasta los treinta. -
Mas ninguna obra torcida da fruto perfecto:
al llegar a su trigésimo año, la vejez caía sobre ellos como un mazo, repentina y cruel. -
Su gloria se marchitaba,
su razón se nublaba,
su corazón se llenaba de furia insensata,
y un hambre abominable se apoderaba de sus entrañas. -
Su fuerza, antes gloriosa, se volvía entonces contra todo lo viviente,
y su apetito los llevaba a devorar a sus propios hermanos en canibalismo compulsivo.
Capítulo IV: El Imperio de los Impíos
-
Entonces los Medianos, en su incesante maldad, hallaron un remedio profano.
-
Proclamaron:
“Si consumen la carne de los jóvenes y fuertes, robarán su esencia y alejarán la sombra.” -
Y enviaron sus legiones de Orcos contra las naciones inocentes,
y con fuego y hierro forjaron un Imperio Impío de un océano al otro. -
Levantaron pirámides de sacrificio,
y los caminos del Imperio se llenaron de cautivos encadenados,
llevados para saciar el apetito sin fin de sus dioses de carne: los Ogros. -
Los Ogros, dioses vivientes del Imperio, se sentaban en tronos de hueso,
saciando su hambre eterna con la vida de los cautivos,
mientras los Medianos gobernaban desde las sombras. -
Y la tierra gimió bajo el peso de tanta perversión;
la sangre de los inocentes clamó desde el suelo hasta los cielos.
Capítulo V: La Mirada del Juez
-
Y he aquí que el Ojo Implacable, que todo lo ve, volvió su mirada desde las moradas eternas.
-
Contempló la soberbia de los Medianos,
la servidumbre de los Orcos,
la locura de los Ogros,
y el altar de huesos que habían erigido sobre la faz del mundo. -
Y en su mirada no hubo ira, sino la calma terrible del juicio que ha sido decidido.
Porque toda transgresión halla su fin,
y toda soberbia será humillada ante el que es Eterno.
Así terminan los Anales de la Corrupción,
y comienza el Libro de las Transfiguraciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario